No
tenemos elección acerca de lo que ya somos, pero podemos desear cambiarnos a
nosotros mismos. Tal aspiración le da a la mente un sentido de dirección, pero
solo desear no es suficiente. Tenemos que encontrar un modo de poner ese deseo
en práctica.
No le
vemos nada extraño acerca de pasar años aprendiendo a caminar, leer y escribir
o adquirir habilidades profesionales. Pasamos horas haciendo ejercicios físicos
para ponernos en forma. A veces gastamos mucha energía física pedaleando una
bicicleta estacionaria. Para mantener estas actividades se necesita un mínimo
de interés o entusiasmo. Este interés viene del creer que estos esfuerzos van a
beneficiarnos en el largo plazo.
El
trabajar con la mente sigue la misma lógica. ¿Cómo podría la mente cambiar sin
el mínimo esfuerzo, solo a partir de desearlo? No tiene más sentido que esperar
aprender a tocar una sonata de Mozart con solo juguetear los dedos
ocasionalmente en el piano.
Nos
esforzamos bastante para mejorar las condiciones externas de nuestras vidas,
pero al final es siempre la mente lo que crea nuestra experiencia del mundo y
traduce esta experiencia en bienestar o sufrimiento.
Si
transformamos nuestra manera de percibir las cosas, transformamos la calidad de
nuestras vidas. Es este tipo de transformación que se da en base al tipo de
entrenamiento mental conocido como meditación.
¿Qué es
la meditación?
La
meditación es una práctica que hace posible el cultivar y desarrollar ciertas
cualidades humanas básicas positivas en la misma manera en que otros tipos de
entrenamiento hacen posible el tocar un instrumento musical o adquirir
cualquier otra habilidad. Entre muchas
palabras asiáticas que se traducen como “meditación” en español son bhavana del
sánscrito, que significa “cultivar”, y su equivalente tibetano, gom, que
significa “volverse familiar con.” La meditación nos ayuda a familiarizarnos
con nosotros mismos en un modo claro y preciso de ver las cosas y cultivar
cualidades saludables que permanecen dormidas en nosotros a menos que hagamos
un esfuerzo para hacerlas aflorar.
Así que comencemos por preguntarnos a nosotros
mismos “¿Qué quiero realmente de la vida?” “¿Estoy contento/a con solo
improvisar día a día?” “¿Voy a ignorar el sentimiento vago de descontento que
siempre siento en el fondo cuando, al mismo tiempo, estoy anhelando el
bienestar y la plenitud?” Nos hemos acostumbrado a pensar que nuestras
deficiencias son inevitables y que tenemos que vivir con los fracasos que nos
han traído durante la vida. Damos por sentado los aspectos disfuncionales de
nosotros mismos, sin darnos cuenta que es posible romper los ciclos viciosos de
patrones de conducta que nos agobian.
Desde
un punto de vista Budista, los textos tradicionales dicen que cada ser tiene el
potencial de la iluminación tanto como cada semilla de sésamo contiene aceite.
A pesar de eso, para usar otra comparación tradicional, vagamos confusos como
un mendigo que es a la vez rico y pobre porque no sabe que tiene un tesoro
enterrado bajo su cabaña. La meta del camino Budista es tomar posesión de esta
riqueza que ignoramos, la cual puede llenar nuestras vidas con el más profundo
significado.
Entrenando la Mente
El
objeto de la meditación es la mente. Por el momento, está a la vez confusa,
agitada, rebelde y víctima de muchos patrones condicionados y automáticos. La
meta de la meditación no es cerrar la mente o anestesiarla, sino hacerla libre,
lúcida y balanceada.
De
acuerdo al Budismo, la mente no es una entidad sino una corriente dinámica de
experiencias, una sucesión de momentos de conciencia. Estas experiencias están
a menudo marcadas por confusión y sufrimiento, pero también podemos vivirlas en
un estado espacioso de claridad y libertad interna.
El
maestro tibetano contemporáneo Jigme Khyentse Rinpoche nos recuerda: “no
necesitamos entrenar a nuestras mentes con el fin de mejorar nuestra habilidad
para molestarnos o tener celos. No necesitamos un acelerador de ira o un
amplificador de orgullo.” Por el contrario, el entrenar la mente es crucial si
queremos refinar y enfocar nuestra atención; desarrollar balance emocional, paz
interior y sabiduría, para poder cultivar la dedicación en el bienestar de los
demás. Tenemos en nosotros el potencial de desarrollar estas cualidades, pero
no se desarrollarán por sí mismas o solo porque lo queramos. Requieren
entrenamiento. Y todo ese entrenamiento requiere perseverancia y entusiasmo,
como ya he dicho. No aprendemos a esquiar practicando solo uno o dos minutos al
mes.
por
Matthieu Ricard
(continuará...)
**Traducido
de http://www.lionsroar.com/why-meditate-september-2010/
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