sábado, 15 de octubre de 2016

Impermanencia


El cambio es una característica central de la vida. Puede ser emocionante, terrorífico, cansado o aliviador. Puede provocar tristeza o felicidad, resistencia o aferramiento.

El entendimiento de la impermanencia es central en la práctica Budista, la cual apunta a hacernos ecuánimes en medio del cambio y más sabios en cuanto a cómo respondemos a lo que viene y se va. De hecho, el Budismo podría ser visto como una meditación extendida sobre la transitoriedad como una medio de libertad. Las últimas palabras de Buda fueron; “Todas las cosas condicionadas son impermanentes.”
La impermanencia no es un concepto únicamente Budista. Muchas religiones lidian con la impermanencia y el sufrimiento. Algunas tradiciones espirituales relacionan al mundo de la impermanencia con el sufrimiento. Debido a eso, la solución al sufrimiento es trascender el mundo de la impermanencia.
Buda enfocó el sufrimiento de manera diferente. Él dijo que el sufrimiento no es inherente al mundo de la impermanencia; el sufrimiento aparece cuando nos aferramos. Cuando el aferramiento desaparece, la impermanencia deja de provocar sufrimiento. La solución al sufrimiento es, entonces, la desaparición del aferramiento, el no tratar de escapar de este mundo temporal.
Es posible encontrar tranquilidad y gracia en el mundo del cambio; es posible confiar en la mente no aferrada y de esta manera hallar nuestra liberación en el mundo de la impermanencia. Un medio de reducir el aferramiento es ver la naturaleza temporal de aquello a lo que nos aferramos. Este entendimiento puede mostrarnos la inutilidad de tratar de encontrar felicidad permanente en lo que es impermanente, con puede animarnos a examinar profundamente el porqué nos aferramos.
La impermanencia puede ser entendida de tres maneras. Primero, es el obvio y ordinario entendimiento de la impermanencia. Segundo, es el entendimiento que proviene de la comprensión, de la observación directa de la naturaleza de las cosas. Finalmente, está la manera en la que la impermanencia puede llevar a la liberación.
El entendimiento ordinario de la impermanencia es accessible a todos; vemos la vejez, la enfermedad y la muerte. Notamos que las cosas cambian. Las estaciones cambian, la sociedad cambia, nuestras emociones cambian y el clima cambia. Cuando yo vivía en Tennessee, había un dicho: “Si no te gusta el clima, espera cinco minutos.” A veces, al darnos que una experiencia es impermanente, nos podemos relajar con la situación actual, incluyendo su aparición y desaparición. Otras veces, el ver que el cambio es inevitable nos ayuda a dejar de aferrarnos a cómo las cosas son, la resistencia al cambio… y a veces el reconocer que todos somos iguales de proclives al envejecimiento, enfermedad y muerte, es la base de la compasión.
Aunque podamos entender intelectualmente el hecho de la impermanencia, puede que no creamos realmente en ella. En el poema épico Hindú Mahabarata, Yudhisthira es cuestionado: “¿Cuál es la maravilla más grande de este mundo?” él responde “La gente ve muerte por todos lados, pero no cree que ellos mismos morirán. Esta es la más grande maravilla.”
Cuando era joven, por supuesto que sabía que iba a morir, pero vivía mi vida como si fuera a vivir para siempre. La sabiduría puede venir al envejecer, no solo de la experiencia vital, sino también de la creciente consciencia de que nuestras propias vidas terminarán. Se hace cada vez más difícil el evitar esta idea cuando lo que queda de nuestra vida se va reduciendo. Esto a menudo anima a la gente a ver atentamente sus prioridades y valores. El abrirse al nivel ordinario de impermanencia en una manera profunda puede traer mucha sabiduría.
Más allá de la experiencia ordinaria de la impermanencia, la práctica Budista nos ayuda a abrirnos al campo menos perceptible de la impermanencia: el entendimiento de la aparición y desaparición del momento-a-momento en cada experiencia perceptible. Con atención plena profundamente concentrada, vemos todo como un constante flujo, incluso experiencias que parecen ordinariamente persistente.
Tal vez hayas tenido la oportunidad de ser consciente ante una intensa experiencia física, como por ejemplo el dolor. Tendemos a ver el dolor a través de nuestras ideas relacionadas con él. Con una consciencia muy fuerte, sin embargo, encontramos que no podemos especificar el dolor; apenas creemos que hemos localizado al dolor, desaparece de la existencia y reaparece a milímetros de distancia. Se vuelve una danza de sensaciones tintineantes localizada en ningún lugar en particular. El dolor que parecía sólido es de hecho en constante flujo. En esta experiencia de impermanencia, nos damos cuenta de que no tiene sentido aferrarnos a nada, ni siquiera temporalmente. No hay nada a lo que podamos aferrarnos porque todo simplemente aparece y desaparece de la existencia. También nos damos cuenta de que nuestro aferramiento y resistencia tiene poco que ver con la experiencia en sí. Mayormente nos aferramos a ideas y conceptos, no a cosas o experiencias en sí mismas. Por ejemplo, no nos aferramos al dinero, sino a las ideas de lo que significa el dinero para nosotros. Puede que no nos resistamos a envejecer del mismo modo en que nos resistimos a dejar ir los queridos conceptos de nosotros mismos y nuestros cuerpos: uno de nuestros más enaraizados aferramientos es el “yo”, la auto-imagen, la auto-identidad. En la experiencia más profunda de atención plena, vemos que a idea del yo es una forma de aferrarnos a conceptos, nada en nuestra experiencia directa puede calificarse con un “yo” al cual aferrarse.
Al ver la impermanencia claramente, vemos que no hay nada real a lo que podamos aferrarnos, nuestra profunda tendencia a asirnos de algo se ve retada, y de este modo puede comenzar a relajarse. Vemos que nuestras experiencias no corresponden a nuestras categorías, ideas, o imágenes fijas. Nos damos cuenta de que la realidad es más fluida de cualquiera de nuestras ideas sobre ella. Suzuki Roshi resumía el entendimiento Budista así: “No siempre es así.”
El confrontar la impermanencia profundamente, de este modo meditativo, puede abrirnos a la liberación. El último y liberador nivel de la impermanencia es el movimiento hacia el “dejar ir” en el nivel más interno de nuestra mente. Ajahn Chah una vez dijo: “Si dejas ir un poco, tendrás un poco de paz. Si dejas ir mucho, tendrás mucha paz. Si dejas ir completamente, tendrás completa paz.” Este liberar es a veces llamado Mahasukha, la Gran Felicidad, lo cual se dice que es la máxima felicidad en la que se pueda confiar.

Adaptado de una charla de Gil Fronsdal, 1 de enero de 2001

No hay comentarios.:

Publicar un comentario