La meditación no es, como algunas personas piensan, un medio de
escapar de la realidad. Al contrario, su objetivo es hacernos ver la realidad
como es, justo en el medio de nuestra experiencia, para desenmascarar las
causas profundas de nuestro sufrimiento, y para disipar la confusión mental.
Desarrollamos un tipo de entendimiento que viene de una visión más clara de la
realidad. Para alcanzar este entendimiento, meditamos, por ejemplo, en la
interdependencia de todos los fenómenos, en su carácter transitorio y en la no
existencia del ego percibido como una entidad sólida e independiente.
Galileo descubrió los anillos de Saturno luego de construir un telescopio que fuera suficientemente brillante y poderoso y ponerlo en un soporte estable. Su descubrimiento no hubiera sido posible si su instrumento hubiera sido inadecuado o si lo hubiera puesto en una mano temblorosa. Similarmente, si queremos observar los mecanismos más sutiles del funcionamiento mental y tener un efecto en ellos, tenemos que refinar nuestro poder para ver adentro. Para poder hacerlo, nuestra atención tiene que estar altamente afinada para volverse estable y clara. Entonces seremos capaces de observar cómo la mente funciona y percibe al mundo, y seremos capaces de entender el modo en que los pensamientos se multiplican por asociación. Finalmente, podremos continuar refinando la percepción mental hasta alcanzar el punto donde seremos capaces de ver el estado más fundamental de nuestra consciencia, un estado perfectamente lúcido y despierto que siempre está presente, incluso en ausencia de la cadena ordinaria de pensamientos.
A veces
los practicantes de meditación son acusados de estar demasiado concentrados en
sí mismos, de revolcarse en introspección egocéntrica y dejar de preocupare en
los demás. Sin embargo, no podemos reconocer como egoísta un proceso cuya meta
es llegar a la raíz de la obsesión con el ego y cultivar el altruismo. Esto
sería como culpar a un doctor aspirante por pasar años estudiando medicina
antes de empezar a practicar.
Hay un
gran número de clichés que circulan sobre la meditación. Señalaré
inmediatamente que la meditación no es un intento de crear una mente en blanco,
bloqueando nuestros pensamientos- lo cual es imposible de todos modos. Tampoco
es el involucrar a la mente en filosofía interminable en un intento de analizar
el pasado o anticipar el futuro. No es un simple proceso de relajación en el
cual los conflictos internos son suspendidos temporalmente en un estado de
consciencia vago o amorfo. No hay mucho sentido en descansar en un estado
de perplejidad interna. Indudablemente hay un elemento de relajación en la
meditación, pero está conectada con el alivio que viene de dejar ir los miedos
y esperanzas, de los aferramientos y los caprichos del ego que no dejan de
alimentar nuestros conflictos internos.
Dominio que nos libera
El modo en el que lidiamos con nuestros pensamientos en la
meditación no es el bloquearlos o alimentarlos indefinidamente, sino dejarlos
aparecer y disolverse en el campo de la atención plena. De este modo, ellos no
se hacen cargo de nuestras mentes. Más allá de eso, la meditación consiste en
cultivar un modo de ser que no es víctima de los patrones habituales de
pensamiento. A menudo comienza con un análisis y luego continúa con la
contemplación y la transformación interna. Ser libre es ser dueños de nosotros
mismos. No es un asunto de hacer lo que sea que venga a nuestras cabezas, sino
de liberarnos a nosotros mismos de las limitaciones y aflicciones que dominan y
obscurecen nuestras mentes. Es un asunto de tomar nuestra vida en nuestras propias
manos en lugar de abandonarla a las tendencias creadas por los hábitos y la
confusión. En lugar de dejar el timón y solo dejar que el bote flote a donde la
brisa sople, la libertad significa señalar un curso hacia un destino elegido-
el destino que sabemos que es el más deseable para nosotros mismos y los otros.
El Corazón de la Realidad
Las meditaciones sobre estos temas están basadas en la
experiencia de generaciones de meditadores que han dedicado sus vidas a
observar los patrones de pensamiento automáticos y mecánicos y la naturaleza de
la consciencia. Entonces es que ellos enseñaron métodos empíricos para
desarrollar claridad mental, estado de alerta, libertad interna, amor altruista
y compasión. Sin embargo, no podemos solamente depender de sus palabras para
liberarnos a nosotros mismos del sufrimiento. Debemos descubrir por nuestra
cuenta el valor de los métodos que esta gente sabia enseñó y confirmar nosotros
mismos las conclusiones a las que ellos llegaron. No es puramente un proceso
intelectual. Se necesita un largo estudio de nuestra propia experiencia para
redescubrir sus respuestas e integrarlas a nosotros mismos a un nivel profundo.
Este proceso necesita determinación, entusiasmo y perseverancia. Requiere lo
que Shantideva llamaba “alegría de modos virtuosos.”
De este modo empezamos observando y entendiendo cómo los
pensamientos se multiplican por asociación unos con otros y crean un mundo
entero de emociones, de alegría y sufrimiento. Entonces penetramos en la
pantalla de los pensamientos y damos una mirada al componente fundamental de la
consciencia: la facultad cognitiva primaria de la cual todos los pensamientos
afloran.
Liberando a la Mente de Mono
Para lograr esta tarea, debemos empezar por calmar nuestra
turbulenta mente. Nuestra mente se comporta como un mono cautivo que, en su
agitación, se vuelve cada vez más enredado en sus lazos.
Es del cúmulo de nuestros pensamientos que las primeras emociones
afloran, y luego los estados de ánimo y las conductas, y finalmente los hábitos
y rasgos de carácter. Lo que aflora espontáneamente no necesariamente produce
buenos resultados, no más que el lanzar semillas al viento produce buena
cosecha. Entonces tenemos que comportarnos como buenos granjeros que preparan
sus campos antes de sembrar semilla. Para nosotros, esto significa que la más
importante tarea es lograr la libertad a través del dominio de nuestra mente.
Si consideramos que el beneficio potencial de la meditación es
el darnos una nueva experiencia del mundo a cada momento de nuestras vidas,
entonces no parece excesivo el pasar al menos veinte minutos diarios tratando
de conocer mejor a nuestra mente y entrenándola hacia este tipo de apertura. El
fruto de la meditación podría ser descrito como un óptimo estado de ser, o una
felicidad genuina. Esta verdadera y duradera felicidad es un sentido profundo
de haber realizado el potencial que tenemos dentro para la sabiduría y el
logro. El trabajo hacia este tipo de plenitud es una aventura que vale la pena
llevar a cabo.
Por Matthieu Ricard
**Traducido de:
http://www.lionsroar.com/why-meditate-september-2010/
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