El enemigo
cercano de la ecuanimidad es la indiferencia o insensibilidad. Podemos aparecer
serenos si decimos “No estoy aferrado. No importa lo que suceda, porque todo es
transitorio.” Sentimos un cierto alivio pacífico porque nos retiramos de la
experiencia y las energías de la vida, pero la indiferencia se basa en el
miedo. La verdadera ecuanimidad no es un retirarse, es un compromiso balanceado
con todos los aspectos de la vida. Es una apertura a la vida entera con compostura
y tranquilidad, aceptando la naturaleza tanto hermosa como terrorífica de todas
las cosas. La ecuanimidad recibe al amado y al no amado, al agradable y desagradable,
al placer y al dolor. Elimina el aferramiento y la aversión. Aunque todo es
temporal y como un sueño, con ecuanimidad hacemos honor a la realidad de la
forma. Como dice el maestro Zen Dogen: “Las flores se caen con nuestro
aferramiento, tal como las hierbas crecen más con nuestra aversión.” Al saber
que todo cambiará y que el mundo de los fenómenos condicionados es insustancial,
con ecuanimidad somos capaces de estar completamente presente y en armonía con
él.
**Traducido de: https://jackkornfield.com/equanimity-vs-indifference/
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