Christine Carter siempre trató de estar a la
altura de las expectativas de la gente- hasta que se dió cuenta de cuán fuera
de sintonía con sus propios deseos llegó a estar.
La gente me pregunta todo el tiempo cuál es el
secreto de la felicidad."Si tuvieras que elegir una cosa," preguntan,
"¿qué sería lo más importante para llevar una vida feliz?"
Hace diez años, habría dicho que una práctica
regular de agradecimiento era lo más importante- y mientras es aún mi técnica
instantánea favorita de felicidad, mi respuesta ha cambiado. Creo que lo más
importante para la felicidad es vivir sinceramente. Acá está el consejo
específico que les di recientemente a mis hijos:
Vive con total integridad. Sé
transparente, honesto y auténtico. Nunca renuncies a esto; las mentiras blancas
y las sonrisas falsas rápidamente se acumulan para formar una vida fuera de
alineación. Es mejor ser tú mismo y arriesgarse a tener a gente que no es como
tú a sufrir el estrés y la tensión que viene de simular ser alguien más, o
profesar algo que no eres. Te lo aseguro: el simular te robará la alegría.
He pasado gran parte de mi vida complaciendo a los
demás, tratando de encajar en las expectativas de otra gente, tratando de
mantener a todos felices y a gusto conmigo. Sin embargo, cuando tratamos de
complacer a los otros, usualmente perdemos sintonía con nuestros propios gustos
y necesidades. No es que sea malo el pensar en los demás, sino que ‘complacer’
a otros no es igual que ‘ayudar’ a otros’.
El complacer a otros, en mi extensa experiencia personal, es un
proceso de adivinación de lo que la otra gente quiere o de lo que los hará
pensar favorablemente sobre nosotros, y luego actuar de acuerdo a eso. Es un
intento a menudo sutil e inconsciente de manipular las percepciones que los
otros tienen de nosotros.
Cada vez que simulamos ser o sentir algo que no somos,
nos salimos de nuestra propia integridad, y cada vez que hacemos aquello que
trata de influenciar en lo que otros piensan de nosotros en lugar de
expresarnos auténticamente- incluso algo tan simple como una publicación de
Facebook que hace parecer que estamos teniendo un mejor día de lo que en
realidad es- terminamos con nuestra propia integridad.
Quedarse
sin integridad tiene serias consecuencias para nuestra felicidad y nuestras
relaciones. Esto es lo que pasa cuando no estamos siendo auténticos:
1.
En realidad no engañamos a
nadie
Digamos
que estás en el trabajo y estás tratando de hacer lo mejor para poner una cara
feliz, incluso aunque tu vida familiar se siente difícil. Puede que no quieras
decirle a tus amigos del trabajo que tú y tu pareja tuvieron una gran pelea el
fin de semana, pero si simulas que estás bien y no lo estás, probablemente
harás que la gente alrededor tuyo se sienta peor, ¿por qué?
Nosotros
los humanos no somos muy buenos para esconder cómo nos estamos sintiendo.
Exhibimos micro-expresiones que la gente con la que estamos puede no saber que
están registrando pero eso dispara neuronas espejo- de este modo, una parte de
sus cerebros piensa que ellos mismos están sintiendo nuestras emociones
negativas. De este modo, tratar de suprimir las emociones negativas cuando
hablamos con alguien-como cuando no queremos molestar a alguien más con nuestra
propia pena- de hecho incrementa los niveles de estrés de ambas personas más
que si hubiéramos compartido nuestra pena en primer lugar. (También reduce el
rapport e inhibe la conexión entre dos personas.)
2.
Encontramos más difícil el
enfocarnos
El
simular toma un gran esfuerzo consciente- es un acto de auto control que le
quita a tu cerebro su poder de enfocarse y hacer cosas profundas. Eso es porque
actuar o simular estar o sentir algo que no corresponde requiere de mucha
fuerza de voluntad.
Muchas investigaciones sugieren que nuestra habilidad
para ejercer repetidamente nuestro auto control es de hecho bastante limitada.
Como un músculo que se estira y ya no puede funcionar a su máxima fuerza
después de hacer ejercicio, nuestro auto control se disminuye debido a
esfuerzos previos de control, incluso si esos esfuerzos toman lugar en un
ámbito totalmente diferente.
Entonces, esa pequeña mentira blanca que dijiste para
hacerte ver más feliz va a hacer difícil que te concentres más tarde. Algún
intento de esconder quien eres realmente va a hacer más difícil el controlar tu
atención y tus pensamientos y regular tus emociones. Se incrementarán las
posibilidades de que reacciones más agresivamente a la provocación, comas
bocadillos más tentadores, te involucres en conductas peligrosas y que te
desempeñes más pobremente en tareas que requieren de la función ejecutiva, como
manejar tu tiempo, planear u organizar.
3.
Te volverás más estresado y
ansioso
Pongámoslo
así: simular ser o sentir algo que no es, incluso si es algo pequeño o sin
importancia o si es con la intención de proteger a otra persona, es una
mentira.
Mentir,
incluso si lo hacemos mucho o somos buenos haciéndolo, es muy estresante para
nuestros cerebros y cuerpos. El test del polígrafo depende de ello: los
“detectores de mentiras” realmente no detectan mentiras, sino que detectan el
estrés subconsciente y el miedo que se dan. Estos tests sienten cambios en la
electricidad de la piel, ritmo cardiaco y respiración. También detectan cuando
el tono vocal de alguien ha cambiado en un modo casi imperceptible, una
consecuencia de la tensión en el cuerpo que tensa las cuerdas vocales.
Los
cambios psicológicos que los detectores de mentiras sienten son causados por
los glucocorticoides, hormonas que se liberan durante una respuesta de estrés,
y como bien sabemos, las hormonas del estrés son malas noticias para tu salud y
felicidad en el largo plazo.
La investigación muestra que la gente que recibe
instrucciones sobre cómo mentir menos en sus vidas cotidianas son de hecho
capaces de mentir menos, y cuando eso sucede, su salud física mejora. Por
ejemplo, ellos reportan menos problemas de sueño, menos tensión, menor
frecuencia de dolores de cabeza y de garganta. Estas mejoras en salud son
probablemente causadas por la ausencia relativa de una respuesta de estrés. Y
eso no es todo: cuando la gente en el estudio mintió menos, también reportó
mejoras en sus relaciones y menos ansiedad.
No mentimos o actuamos todo el tiempo, por supuesto;
pero cuando lo hacemos, es importante el ver las consecuencias: estrés
incrementado, menor fuerza de voluntad, relaciones deficientes. Aunque en
realidad podríamos estar tratando de sentirnos mejor al poner una cara feliz
para los demás, el simular siempre resulta mal al final, vivir inauténticamente
hace la vida difícil y nos saca de nuestro punto ideal- ese punto donde tenemos
tanto tranquilidad como poder.