Martine Batchelor ofrece una
práctica Koan Zen Coreana para refrescar nuestras mentes y abrirnos a la
sabiduría creativa.
En la China del siglo sexto, las escuelas
Budistas eran más bien escolásticas y enfocadas en las escrituras. Para
alejarse de esta dirección académica e ir hacia las enseñanzas originales de
Buda de practicar la meditación y realizar el despertar en esta vida, la
escuela Zen desarrolló esta práctica Zen, en la cual las historias de los
despertares de los monjes se volvieron un punto de partida para el escrutinio
meditativo. Al formularnos y enfocarnos en una única pregunta como un método
meditativo, los practicantes Zen tenían como objetivo el desarrollar una rica
sabiduría experimental.
En la tradición Zen Coreana, uno generalmente
medita el Koan “¿Qué es esto?”. Esta pregunta deriva de un encuentro entre el
Sexto Patriarca Huineng (638–713 D.C.), y un joven monje, Huaijang, que se
convirtió en uno de sus mejores discípulos:
Huaijang entró a la habitación y se inclinó ante Huineng.
Huineng preguntó: “¿De dónde viene?” “Vengo del monte Sung,” respondió
Huaijang. “¿Qué es esto y cómo llegó acá?” preguntó Huineng. Huaijang no pudo
responder y se quedó en silencio. Practicó por muchos años hasta entender. Fue
a ver a para contarle acerca de su descubrimiento. Huineng preguntó: “¿Qué es
esto?” Huaijang respondió: “Decir que es esto es de este modo no es el punto, pero
aún así puede ser cultivado.”
La historia completa es considerada el Koan, y la pregunta
misma, “¿Qué es esto?” es el punto central—hwadu en coreano, o huatou en chino. La práctica es muy simple.
Ya sea que estés caminando, de pie, sentado o echado, pregúntate “¿Qué es
esto?” repetidamente. Debes tener cuidado de no entrar en un
interrogatorio intelectual, ya que no estás buscando una respuesta intelectual.
Estás volviendo a encender la luz de la curiosidad en ti y tu completa
experiencia en este momento. No estás preguntando “¿Qué es este pensamiento,
sonido, sensación u objeto externo?” Si necesitas ponerlo en un contexto
significativo, te estás preguntando “¿Qué es esto que estoy oyendo, sintiendo,
pensando?” No estás pensando “¿Cuál es sabor del té o el té mismo?” Te estás
preguntando “¿Qué es esto a lo que sabe el té?” “¿Qué es esto antes de que
incluso saborearas el té?”
Mi propio maestro, Kusan (1909–1983), solía intentar ayudarnos
al señalar que la respuesta no era un objeto, porque no podrías describirlo
como largo o corto, de este o ese color. No era espacio vacío tampoco, porque
el espacio vacío no puede hablar. No era Buda, porque no has despertado aún a
tu naturaleza búdica. No era el amo del cuerpo, la fuente de la conciencia, u
otra manera de designarlo, porque esas son meras palabras y no la real
experiencia de eso. De este modo, te quedas con el cuestionamiento. Te
preguntas “¿Qué es esto?” porque no sabes.
No estamos especulando con nuestra mente. Estamos tratando de
hacernos uno con la pregunta. La parte más importante de la pregunta no es el
significado de las palabras, sino el signo de interrogación. Estamos
preguntando incondicionalmente “¿Qué es esto?” sin buscar una respuesta, sin
esperar una respuesta. Estamos preguntando por el preguntar en sí mismo. Esta
es una práctica de cuestionamiento, no de respuestas. Estamos tratando de
desarrollar una sensación de apertura, de asombro. A medida que arrojamos la
pregunta “¿Qué es esto?”, nos estamos abriendo al momento. No hay lugar donde
podamos descansar. Estamos dejando ir nuestra necesidad de conocimiento y
seguridad, y nuestro cuerpo y mente mismos se vuelven una pregunta.
Te estás entregando a ti mismo totalmente a la pregunta. Es como
sumergirse en una piscina: todo el cuerpo está comprometido en el acto, y el
cuerpo y la mente se refrescan. Estás tratando de desarrollar una sensación de
cuestionamiento e indagación que genera el sentido de perplejidad que sientes
cuando has perdido algo. Estás yendo a algún lado, pones tu mano en tu bolsillo
para tomar las llaves de tu auto. No están ahí. Revisas esta y esa esquina del
bolsillo una y otra vez, y no hay nada. Por un momento antes de que recuerdes
dónde las dejaste, estás totalmente perplejo; no tienes ni idea de lo que pudo
haber pasado. Esto es muy similar a la sensación que tratas de desarrollar en
el cuestionamiento Zen.
La concentración y la indagación aparecen juntas con esta
técnica. La concentración se desarrolla a medida que regresas una y otra vez a las
palabras de la pregunta, de vuelta al momento presente. La pregunta es el ancla
de tu meditación, el punto fijo. Al cultivar la concentración, te permites una
cierta calma y espacio para desarrollarte. El proceso de indagación es vívido,
porque no estás repitiendo las palabras como un mantra—las palabras mismas no
son sacras, ni tienen una resonancia especial. Ellas son solamente el trampolín
desde el cual te sumerges en la piscina del cuestionamiento. Al cuestionar
repetidamente con la energía e interés de alguien que acaba de descubrir que ha
perdido algo, tú evocas una brillantez en tu ser completo. Este cuestionamiento
te da energía, porque no hay lugar dónde descansar, y da paso a más
posibilidades y menos certezas. Es un tipo de asombro similar al de un niño
pequeño cuando descubre y se maravilla del mundo alrededor suyo—muy inmediato,
no perdido en el futuro o en el pasado. Esta práctica es solo estar en el
momento y mirar profundamente, preguntando “¿Qué es esto?” y estar abierto a
eso a medida que sucede.
Si meditas de este modo, tu mente se volverá más flexible, y
empezarás a ver que de hecho tienes más opciones en tus acciones y conducta que
lo que creíste posible. Esta mirada te permitirá responder creativamente a los
pensamientos al saber que estás pensando y dándote cuenta cuando entras en
contacto con un nuevo pensamiento. Normalmente, un pensamiento emerge tan
rápido que ni siquiera estás consciente de su aparición. Solo lo piensas y
actúas de un modo impulsivo o habitual. Cuando meditas, sentado en silencio,
tratando de enfocarte en la pregunta “¿Qué es esto?”, empiezas a notar lo que
te distrae de tu foco. Generalmente es un pensamiento de un tipo u otro. La
meditación no está dirigida a detener tus pensamientos, sino a ayudarte a
descubrir qué y cómo piensas.
Hay diferentes maneras prácticas de meditar con este método. El
más fácil es formularse la pregunta en combinación con la respiración. Inhalas,
y mientras exhalas, te preguntas “¿Qué es esto?”. El Maestro Kusan solía
sugerir el formular la pregunta haciéndola un círculo. Comienzas con “¿Qué es
esto?” y tan pronto como terminas una pregunta, comienzas con otro “¿Qué es
esto?”. Otra manera es solo formular la pregunta una vez y permanecer por un
rato con la sensación de cuestionamiento. Tan pronto como se desvanezca, la
formulas de nuevo, quedándote con la sensación dentro de ti hasta que se disipe
de nuevo. Necesitas tener mucho cuidado de no formular la pregunta con
demasiado foco mental. Usualmente se recomienda que te formules la pregunta
como si estuviera saliendo de tu barriga o incluso de los dedos de los pies.
Necesitas bajar la energía y no ponerla tiesa como un nudo en la mente. Si la
pregunta te hace sentir inquieto, especulativo o confundido, solo regresa a una
simple y calmada práctica de respiración por un momento antes de regresar a la
pregunta.
Ten en mente que no estás tratando de forzarte a ti mismo a
encontrar una respuesta. Estás dándote a ti mismo de un modo entero al acto de
cuestionar. La respuesta está en la pregunta misma. Es como un niño que nunca ha
visto la nieve. Le dices que es blanca y fría. Él piensa que es como un pedazo
de papel blanco en el refrigerador. Lo llevas cerca a la montaña y le muestras
la cima. Él dice que se ve como helado de coco. Es recién cuando toca la nieve,
la siente, juega con ella y la saborea que realmente sabe lo que es la nieve.
Es lo mismo con la pregunta, y el sabor es la pregunta misma.
Se dice que el Maestro Kusan tuvo tres despertares:
descubrimientos en la comprensión confirmados por su maestro, y aun así
continuaba haciéndose la pregunta. Un monje occidental le preguntó por qué se
continuaba cuestionando. Después de tres despertares, seguramente debe haber
encontrado la respuesta. El Maestro Kusan le dijo que de esa manera no funcionaba
la cosa. Mientras meditabas con esta pregunta, la práctica se desarrollaba de
su propio modo y evolucionaba lentamente, así que le preguntamos cómo es que él
hacía el cuestionamiento en ese punto.
Él no respondía. Decía que teníamos que descubrirlo por nosotros
mismos. Cualquier descripción suya nos daría ideas equivocadas.
La parte más importante de la práctica es que para que la
pregunta se mantenga viva, tu entero cuerpo y mente se deben volver la
pregunta. Se dice en los círculos Zen que tienes que preguntar con los poros de
tu piel y de tus huesos. Un dicho Zen señala: “Gran cuestionamiento, gran
despertar; pequeño cuestionamiento, pequeño despertar. Ningún cuestionamiento,
ningún despertar.”
MEDITACIÓN GUIADA
¿Qué es esto?
- Siéntate en un lugar tranquilo y cerrado. Mantén tu espalda derecha.
Mantente equilibrado, calmado, y atento. Con los ojos medio cerrados,
suavemente observa al frente tuyo.
- Con las primeras respiraciones, conecta la pregunta con la exhalación.
Mientras exhalas, pregunta “¿Qué es esto?”
- No estás repitiendo la pregunta como un mantra, estás cultivando la
sensación de perplejidad, preguntando incondicionalmente “¿Qué es esto?”
- No es un cuestionamiento intelectual. No estás tratando de resolver esta
pregunta con especulación o lógica.
- No mantengas la pregunta en tu cabeza. Intenta formularla desde tu
vientre.
- Con la totalidad de tu ser, estás preguntando “¿Qué es esto?” “¿Qué es
esto?”
- La respuesta no se halla en Buda, en una cosa, o en un lugar vacío, o en
una designación.
- Estás preguntando “¿Qué es esto?” porque no sabes.
- Si te distraes, regresa a la pregunta de nuevo una y otra vez.
- La pregunta “¿Qué es esto?” es un antídoto para los pensamientos
distraídos. Es tan filosa como una espada. Nada puede quedar en la punta de su
afilada hoja.
- Al formular esta pregunta profundamente, te estás abriendo a tu
experiencia, con un sentido profundo de asombro y admiración.
- Cuando la sesión haya finalizado, mueve tus hombros, espalda, piernas y
suavemente levántate con una conciencia tranquila y fresca.