lunes, 26 de agosto de 2019

Las Tres Marcas de la Existencia


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En el Budismo, las tres marcas de la existencia son tres características que comparte todo aquello que existe, como seres y objetos: impermanencia, sufrimiento y la insustancialidad del yo. El hecho que las personas sean sujetas a tener ideas falsas acerca de las tres marcas, que estas ideas resulten en sufrimiento, y que la eliminación de estas ideas resulte en el fin del sufrimiento, es un tema central en las Cuatro Nobles Verdades y el Noble Óctuple Camino.
La impermanencia significa que todo aquello que es condicionado, está en un constante estado de flujo. El Budismo establece que todos los eventos físicos y mentales entran en la existencia y se disuelven. El cuerpo humano personifica este flujo en el proceso de envejecimiento, el ciclo repetido del nacimiento y la muerte, nada dura, todo se descompone.
El sufrimiento incluye la insatisfactoriedad de obtener lo que un ser desea evitar o no obtener lo deseado, o porque las cosas no son experimentadas como impermanentes y sin falta de esencia. **Nota del traductor: Podría entenderse como que todo tiende al sufrimiento, ya que todo sigue su propio curso sin tener que seguir nuestros deseos, son eventos independientes. Al asignarle una expectativa, aparece el sufrimiento.
La insustancialidad del ser significa que no existe un Yo permanente e inmodificable o alma en los seres vivos ni esencia en los fenómenos. Todo está compuesto de agregados, incluso las personas, y la idea del Yo debe ser destruida para terminar todo sufrimiento.
Aplicación
En el Budismo, la ignorancia de las tres marcas de la existencia se considera como el primer punto por el cual un ser es sujeto al ciclo del sufrimiento. Como consecuencia, el disolver esa ignorancia por medio del entendimiento se dice que lleva al fin del sufrimiento.
Siddhartha Gautama enseñó que todos los seres condicionados por causas son impermanentes, tienden al sufrimiento y que la insustancialidad del yo caracteriza a todos los fenómenos, significando que no hay un “Yo” o “Mío”.