Me uní al Salón Jade para meditación matutina en
el último día de clases antes de las vacaciones escolares.
El Salón Jade es un aula de alumnos de cuarto,
quinto y sexto grado en el Colegio Cambridge Montessori. Hace tres años, un ex
profesor de ese salón respondió a una “animada” (código educativo para
“alborotadora”) clase al instituir sesiones diarias de meditación matutina. La
clase comienza el año escolar sentándose por 30 segundos, y poco a poco sube
hasta 3 minutos para el fin del año escolar.
La persona que toma asistencia apaga las luces,
y nos sentamos en el piso formando un círculo. Mary, la profesora del Salón
Jade, les pide a todos que se sienten en una cómoda posición erguida. Nuestra
primera intención para el día es cerrar nuestros ojos y mantenerlos cerrados.
Mary hace sonar una campana y nos instruye a chequear cada zona de nuestro
cuerpo en búsqueda de relajación y quietud. Mientras Mary nos lleva por este
reconocimiento corporal, mi celular vibra en mi bolsillo, y le pido a Buda que
mis vecinos no lo puedan oir. Rompí mi primera intención, al mirar y asegurarme
de que el sonido haya pasado desapercibido (No hubieron moros en la costa.)
La segunda intención del día es respirar
profundamente con la meta de centrarnos a nosotros mismos. Mary hace sonar la
campana de nuevo y nos instruye a ir por ciclos de respiración a nuestro propio
ritmo. Noto unas cuantas voces afuera en el pasadizo, pero adentro, el salón
estaba tranquilo. Después de dos minutos, Mary suena la campana por tercera
vez, indicando que faltan 30 segundos. Es entonces que ella cierra el círculo
al tocar la campana tres veces seguidas, pidiéndonos inhalar y luego exhalar
profundamente.
“Cuando estén listos, traigan su conciencia de
vuelta al salón de clase,” dice ella. Las luces se encienden y Mary menciona
que yo tenía algunas preguntas para el grupo y me cede la palabra.
Inicio explicando un poco sobre mi historia
personal con la práctica de la meditación, luego irrumpo diciendo: “Muchachos,
así que han estado haciendo esto durante todo el año. ¿Creen que los ha ayudado
de algún modo?”
La clase está silenciosa al inicio. Es entonces
que un valiente alumno levanta la mano. “Si tenemos demasiada energía, nos
ayuda a calmarnos y nos prepara para el día.”
Un niño de sexto grado dice “También nos ayuda a
concentrarnos en lo que necesitamos hacer y nuestra mentalidad se vuelve más
hacia el trabajo que hacia el conversar con nuestros amigos.”
“Ya veo,” digo yo. “¿Saben de dónde vino la
meditación?”
“Vino de monjes de Budismo y otras religiones
que creen en la paz y en la conciencia,” responde un niño crecido en una casa
Budista Tibetana. Esta respuesta parece ser suficientemente entendible para
todos. Fue seguida de aplausos.
“OK,” digo yo. “Miren, pueden ser totalmente
honestos al contestar estas preguntas. No hay respuesta correcta o incorrecta.
Si creen que es una pérdida de tiempo, pueden decírmelo.”
“A veces creo que es una completa pérdida de
tiempo, y quiero ya comenzar el día, pero muchas veces me ayuda a calmarme,”
dice un niño de quinto grado.
Otro niño de quinto grado dice: “A veces vengo
con demasiada energía y la meditación me ayuda.”
Una niña de sexto grado: “Ayuda si tengo
energía, pero si llego cansado entonces me hace tener ganas de dormir.”
Otro niño de sexto grado: “No creo que funcione
aquí porque la gente respira muy ruidosamente.”
Niño de quinto grado: “Si tuve una mala mañana,
si no dormí lo suficiente, me ayuda a relajarme.”
Una niña de cuarto grado: “Sí siento que es una
pérdida de tiempo. Podríamos hacerlo solo si lo necesitáramos.”
Una niña de quinto grado: “Solo me gusta cerrar
los ojos y respirar profundamente. A veces sí me ayuda a alistarme para el
día.”
Unos niños de sexto grado dicen:
“Aprendimos al estudiar el sistema respiratorio que exhalar toma más tiempo que
inhalar.” “Si te lastimas el dedo o cualquier parte del cuerpo, el no hacer
muecas y respirar profundamente te calma.”
“¿Ustedes creen que seguirán meditando después
de dejar el Salón Jade?”, les pregunto.
“Yo practico artes marciales y antes de iniciar
hago algo de meditación o respiración profunda.”
“Tal vez a veces.”
“Tal vez antes de grandes eventos, como la
gimnasia.”
“Si estoy completamente nerviosa o estresada por
algo.”
“Antes de dar un examen.”
“Suena
como algo que podrían usar cuando lo necesiten. Bien, una última pregunta: ¿Qué
es iluminación?”
“Es
cuando has entendido lo que es la vida y tienes un sentido de cómo todo va a
ser y alcanzas la iluminación al tener esa sabiduría,” dice el Budista
Tibetano.
Una vez más, esta respuesta fue suficientemente
entendida por todos.
“Oh,
gracias a todos,” les digo.
Me voy del salón y comienzo a reflexionar sobre
nuestra sesión de meditación matutina. Cuando comencé a enseñar en el colegio Cambridge Montessori hace 9 años, la mayoría de los niños en el Salón Jade
estaban gateando. En ese tiempo, meditar en el salón podía parecer una idea
rara empleada por unos pocos profesores subversivos. Ahora, a medida que el
mindfulness se vuelve cada vez más masivo, la idea no es tan loca. Tomar un
tiempo para practicar el estar presente en el momento es ahora más familiar
para mis alumnos que antes.
También encontré que sentarse con el Salón Jade
fue un refrescante descanso de mi propia práctica, las rondas de 30 minutos que
a menudo tomo demasiado seriamente. Fue un recordatorio de que la práctica
puede venir en una variedad de formas y puede ser accesible a todas las edades…
a menos, por supuesto, que la gente esté respirando muy bulliciosamente.”
***Traducido de: https://tricycle.org/trikedaily/little-buddhas-classroom/